Bienvivido y Bienvivida

BUENO, EN EL FONDO, FONDO, FONDO, NO EXISTIMOS.

viernes, 11 de febrero de 2011

El hombre de la pipa (Parte III)

                    Dibujos y comentarios de Emilo Blázquez
Los hermanos le entregaron la espada y el mozo se dirigió al pico y entró en la cueva. En el umbral encontró a una doncella que le interpeló con estas palabras:
-Que Dios te ayude, ¿a dónde te diriges?
-Busco al ifrit para matarle-respondió el muchacho.
-Mejor sería –replicóle la doncella-, que te dieras la vuelta y huyeras por donde has venido. El ifrit es más poderoso que el más fuerte de los hombres.
El mozo entonces le enseñó el acero reluciente, y la joven, apartándose de su camino, le franqueó la entrada. Una vez dentro, anduvo un cierto trecho en la más completa oscuridad, hasta dar con una puerta guardada por otra doncella, que le preguntó:
-Que Dios sea contigo, ¿me dices, pues, a dónde vas?
-Busco al ifrit para matarle –volvió a responder el valioso joven.


 La doncella trató de disuadirlo, magnificándole el poder del ifrit, pero cuando el mozo blandió ante ella su fulgente espada se hizo a un lado y lo dejó pasar. Por tres veces se repitió la misma escena, y al llegar a la última de las puertas halló a su hermana guardándola, quien llorando les rogó:
-Huye, querido hermano, si te ve el ifrit te matará.
Pero el muchacho, mostrándole la espada de su padre, le preguntó:
-¿Dónde está aquel que te raptó?
Ella entonces abrió la puerta y le mostró al ifrit, que en ese momento dormía. A continuación abrió un puertecilla que había en el muro del dormitorio y sacó de allí la espada del ifrit, que entregó a su hermano diciéndole:
-Tómala, ya que no es posible matarlo, sino con su propia espada.
El mozo tomó en su mano la temible espada y dirigiéndose al durmiente le cercenó el brazo. El ifrit se despertó dando alaridos y rogó al muchacho le cortase el otro brazo. Pero el mozo no hizo caso de sus súplicas, pues sabía que si lo hacía sobreviviría. Así que lo dejó muriéndose encharcado en su propia sangre, tomó a su hermana de la mano y la condujo afuera de la cueva. Por el camino se le fueron uniendo las distintas doncellas que vigilaban las sucesivas puertas.

 Es de todos conocido que al Ifrit o dragón sólo se le pude matar con su propia espada; caso contrario ardería para renacer más tarde de sus cenizas. Hay un momento en que al héroe no le sirve el poder del padre, tiene que valerse solo para enfrentarse al Ifrit. Esta historia del dragón comparada a cuando nos confrontamos a un miedo interno para librarnos de él, nos recuerda la actitud de no huir y no cebarse en una agresión ciega contra dicho miedo. Es decir, dejar que el dragón se desintegre, con su propio poder, sólo al encontrar una actitud de firmeza y valentía que le dé cara.
                                                    CONTINUARÁ 

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