Bienvivido y Bienvivida

BUENO, EN EL FONDO, FONDO, FONDO, NO EXISTIMOS.

sábado, 26 de febrero de 2011

El hombre de la pipa (Parte V)



                                  Dibujos y comentarios de Emilo Blázquez

Después de mucho caminar llegó a las proximidades de una gran ciudad. Allí encontró a un pastor con quien intercambió su ropa, trocándole además su espada por una oveja.

El héroe ha ganado en confianza. Es capaz de cambiar la espada, su poder personal, por una oveja, en este caso para el sacrificio como símbolo de entrega a la vida.

Se dirigió luego a un arroyo y degolló al animal, sacóle las tripas, las lavó, y cubrió con ellas sus largos cabellos, adquiriendo así el aspecto de un tiñoso. De esa manera disfrazado entró en la ciudad y se presentó ante el síndico del gremio de pasteleros en demanda de trabajo.
-¡Ay de mí! –suspiró el buen hombre-, si ni para mí hay ocupación bastante con que llenar las horas del día, ¿qué quieres que tenga para ti?
-No tienes necesidad de pagarme –repuso el mozo-. Con sólo un pastelillo de cada batea que saques del horno me consideraré satisfecho.

Tras las tripas del animal, el muchacho oculta sus cabellos que son el símbolo de sus espirituales virtudes. Es como si confiara en la energía vital de su alma y no necesitara de la imagen externa (importancia personal) ni dinero por su trabajo. Hay un dicho que dice: si quieres saber quiénes son tus amigos disfrázate de mendigo.
Seguidamente veremos que sus acciones producen logros patentes.

El trato le pareció ventajoso al pastelero y accedió a emplearlo. El joven, una vez que el pastelero se hubo marchado, tras dejar cerrada la tienda, se sentó a fumar su kif. Tomó después un poco de masa, azúcar, diversas especies y un buen puñado de pasas, y probó a fabricar distintos tipos de pasteles. A la mañana siguiente, cuando regresó el pastelero, quedó asombrado por tan magnífico trabajo y se apresuró a meter los pastelillos en el horno. Resultaron tan buenos que se vendieron todos aquella misma mañana. Cada día ocurría lo mismo, y pronto se hizo con una gran clientela que venía desde cualquier punto de la ciudad a comprar sus dulces. El rumor de su fama llegó finalmente a oídos de la princesa, quien mandó a su esclava negra con una bandeja de pasteles a hornearlos al obrador del síndico, apremiándola para que lo hiciera en el más breve tiempo posible. La esclava llegó a la pastelería y, saltándose la larga fila que esperaba pacientemente su turno, se dirigió resuelta al mozo ordenándole:
-Pon de inmediato esta batea en el horno.
El mozo por toda respuesta, le asestó una sonora bofetada y la echó fuera de la tienda. El pastelero, que había sido testigo del suceso, comenzó a lamentarse:
-¿Qué has hecho, infeliz? ¡Esta es mi ruina! ¡Has abofeteado a la esclava de nuestra princesa!
-No hice sino justicia –replicóle el mozo-. No te preocupes verás como la suerte nos favorece.

El héroe ha aprendido a repeler la injusticia y sabe que defender la dignidad da una sutil fuerza protectora.                   CONTINUARÁ

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buzón de ideas