Por Carmen Herrera
La poesía visual no es tan moderna como se cree. Sus orígenes se remontan a los orígenes mismos de la poesía. Existen caligramas y poemas figurativos desde los tiempos de la antigua Grecia, aunque fueron las vanguardias artísticas de principios del siglo XX, fundamentalmente Futurismo y Dadaísmo, las que dieron a la poesía visual el impulso definitivo al introducir el uso de la tipografía y el collage, junto a una nueva forma de entender el espacio.
En la actualidad el concepto está ampliándose aún más. Tras el momento de gran expansión e interés general en la poesía visual que se produjo en la década de los 90 –y esto a pesar de las escasas publicaciones existentes y de las dificultades de publicación y difusión–, nos encontramos en una época en que se comienza a hablar de Ciberpoesía, es decir: la poesía que utiliza medios digitales para su creación, recursos tecnológicos como el hipertexto, la animación o la realidad virtual.
Y volvemos a la pregunta del inicio: ¿qué es poesía visual? ¿Por qué lo llamamos poesía y cómo se distingue de la publicidad o del diseño gráfico? Y la respuesta está en la misma poesía: es poesía porque llega desde la emoción y busca provocar la emoción, porque no vende nada –ni se vende a sí misma–, porque no nos deja indiferentes, porque nos emociona, nos conmociona, nos conmueve y nos remueve.
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