Bienvivido y Bienvivida

BUENO, EN EL FONDO, FONDO, FONDO, NO EXISTIMOS.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Apuntes para improvisadores (2)

                                                                                            LOS SANTAL
Andres Bosshard

Para la última parte de mi charla me gustaría hablaros de unas gentes a las que conocí. Son aborígenes de las colinas al pie de los Himalayas. Se llaman Santal, y como ellos mismos dicen, viven en el sonido. Del mismo modo que los esquimales usan cientos de términos para referirse a la nieve, los santal emplean miles de palabras para hablar del susurrar de las hojas de los árboles movidas por el viento. Su lengua tiene muchas palabras para referirse al ladrido de los perros. Tiene una palabra para el ladrido proveniente del Sur por la mañana. Y otra distinta para el mismo ladrido cuando llega del Norte por la tarde.
Cuando dos santal se encuentran, su saludo consiste en preguntarse: “¿Cómo va hoy el placer?, y resulta evidente que hacen algo por cultivarlo. En mi opinión son granjeros del sonido. Saben cómo plantar los árboles para obtener tres voces diferentes, que es lo que les gusta tener alrededor de sus casas: el bambú es el susurro a ras de suelo, los bananos el de media altura y las palmeras producen el nivel más alto, junto al cielo.



Lo que consiguen es el paisaje sonoro en que habitan. La totalidad de su hábitat presenta cientos de signos acerca de cómo esculpir sonidos, cómo conservarlos para que perduren.
Construyen ventanas de escucha en sus casas, de manera que el murmullo de la vida cotidiana se funde en una corriente de actividad constante.
El músico tiene a su cargo la tarea de afinar el poblado. Deambula por este para comprobar que todo va bien.
El herrero emplea una herramienta muy curiosa: el fuelle que alimenta el fogón se encuentra en el patio trasero, comunicando con este por un largo tubo. La gente, que se reúne para charlar en torno al fuelle, se ocupa de moverlo. Todo está interconectado. No hay ninguna acción aislada que no tenga un resultado en el conjunto.
Cuando el conjunto sonoro es bueno, los santal dicen que “pueden oir el viento de miel”.
Y creen que las personas enferman si este viento melado no sopla. No se trata de una necesidad estética, sino más bien una necesidad de supervivencia. De hecho, los santal han vivido en la selva virgen, donde el espacio es percibido a través del oído. Uno de estos músicos me dijo que la capacidad de su oído para estar en permanente contacto con el espacio que nos rodea, tiene una amplitud de un kilómetro cuadrado. Esto quiere decir que un santal posee un oído capaz de oir la totalidad del poblado en que se encuentra. Nosotros (los occidentales) somos capaces de oir un área de entre veinte y cincuenta metros cuadrados. Podemos oir un avión que se aproxima, pero no sentimos el espacio que nos rodea.
Ellos dicen: “Si ves al tigre será demasiado tarde. Tienes que oirlo”.






2 comentarios:

  1. Esto suena que alimenta, compañero.
    Gracias por la entrada, es lo más interesante que he oído en todo el día.
    Ojalá fueramos tan sabios como los santal, ojalá hubieramos afinado el oído... así habríamos escuchado los pasos del tigre, ahora me temo que está demasiado cerca...

    Un saludo
    Pelayo

    ResponderEliminar
  2. Sí, ahora el tigre nos tiene a su alcance, espero que veamos una salida mágica como en los cuentos.

    ResponderEliminar

Buzón de ideas