La música en la mente es el título de un libro escrito por Eloise Ritad, una profesora de música que nos aporta una maravillosa guía, tanto para músicos como no músicos.
La improvisación, ya sea en bongós, en movimiento, en
jerigonza, con instrumentos, o con cualquier cosa, tiene sobre nosotros un
profundo efecto. Vivimos nuestras vidas dentro de ambientes estrechos, muchas
veces sin darnos cuenta de los personajes que están esperando el momento para
poder espiar detrás de las cortinas y ser reconocidos. Ellos no son falsos –son
parte verdadera de nosotros que desea expresarse–. Cada vez que le damos
nacimiento a una de estas insospechadas partes, nuestras vidas se hacen más
ricas y le abrimos las puertas a un nivel misterioso de creatividad dentro de
nosotros. Si nos vemos demasiado atrapados con los asuntos de que creemos trata
la vida, podemos convertirnos en personas bastante rígidas y aburridas. Y esto
último puede separarnos de las dimensiones arremolinadas de estos sí mismos
interiores que claman
silenciosamente por un espacio para expresarse. Estos personajes nos hacen
señas a través de la neblina de la rutina cotidiana. Tememos ser despojados
abruptamente de la aburrida seguridad con que nos hemos cubierto. Y sin
embargo, también le damos la bienvenida a las oportunidades de hacer algo más
que darles un saludo a estos otros yo.
Yo utilizo la improvisación por muchas razones. Puede darnos
ideas muy ricas para la composición, ya que nos brinda un sentido más íntimo de
la materia prima del sonido. Además suministra una asombrosa liberación física
y emocional, y nos ayuda a desarrollar un tipo de espontaneidad que puede
transformar el modo como tocamos a Bach, Mozart o Bartok. También crea una
relación más directa y personal con un instrumento, que puede convertir una
bravata de hombros cuadrados en un oyente interesado.
La improvisación nos sirve para liberarnos en áreas de
nuestras vidas donde creamos límites imaginarios que no nos atrevemos a
traspasar. Cuando me siento libre para improvisar con mi vida, le doy la mano a
partes nuevas de mí misma que a veces me sorprenden, y otras, me deleitan.
Sorprendida o deleitada siempre me marcho más viva, más llena conmigo misma de
una manera limpia y clara.
Eloise Ristad
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