Bienvivido y Bienvivida

BUENO, EN EL FONDO, FONDO, FONDO, NO EXISTIMOS.

viernes, 18 de marzo de 2011

El hombre de la pipa (Parte VIII)




Ilustraciones y comentarios de Emilo Blázquez


El suceso se repitió y el hijo del pescador recurrió a la misma estratagema, cuidando de aparecer a la vista de sus cuñados bajo distinta apariencia. Como quiera que esta vez carecieran los yernos reales de cosa alguna que pudiera interesar al mozo, éste les exigió a cambio la amputación de los dedos meñiques de sus respectivas manos derechas. También en esta ocasión se mostraron de acuerdo, cortándose ellos mismos sus dedos y entregándoselos a cambio del remedio. La medicina volvió a surtir efecto, y el rey convocó a sus cinco yernos para mostrarles su agradecimiento.
-Cuantas veces lo necesité –les dijo-, me trajisteis el remedio de lejanas tierras. En prueba de mi gratitud, he decidido repartir entre vosotros mi reino, nombrándoos mis sucesores.
Ellos por su parte exigieron que el tiñoso quedase fuera del reparto, ya que ninguna de las veces les había acompañado. Pero éste, que se hallaba presente, les increpó:
-¿Se puede saber dónde guardáis los pañuelos y las manzanas que recibisteis de vuestras mujeres en prenda de matrimonio?
Los cuatro yernos reales no supieron qué decir. Entonces nuestro joven sacó de su bolso los cinco pañuelos y las cinco manzanas y, mostrándoselas al rey, dijo:
-Padre y señor mío, como sabéis, todos los hombres tienen cinco dedos en cada mano. Pide a tus yernos que muestren las suyas.
El rey accedió a tan extraña petición, y así pudo constatar que a todos ellos les faltaba el meñique. El joven pasó a continuación a relatarle con pormenores los sucesivos intercambios de la medicina por los regalos nupciales y los dedos. El rey quedó admirado de su astucia, y dirigiéndose al muchacho sentenció:
-En verdad que serás sólo tú quien me haya de suceder como futuro señor de este reino.

El antihéroe ha conseguido el reconocimiento del rey y se ha completado como un ser iluminado que porta un elixir mágico, no sólo para curar enfermedades, sino para reparar el mundo.

Despojóse entonces el hijo del pescador de las tripas de cordero que cubrían su cabeza, cayendo sobre sus hombros como una cascada su larga y hermosa cabellera. Avanzó hacia el rey, que lo acogió en su pecho con largo y paternal abrazo, y le habló de esta manera:
-Te suplico, padre y soberano, que antes de que llegue el día de sentarme junto a ti a administrar tu reino me permitas deshacer un entuerto. Has de saber que antes de prometerme a tu hija, le había dado a otra mujer palabra de matrimonio. La infeliz se halla ahora prisionera de mis hermanos, y, por mi honor, que he de liberarla.                    
CONTINUARÁ



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